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sábado, agosto 5

NECESITO FUERZAS NUEVAS PARA TERMINAR" por Alejandra Stamateas

NECESITO FUERZAS NUEVAS PARA TERMINAR"
por Alejandra Stamateas
Es posible que durante este año hayas pasado por golpes duros, situaciones difíciles que de a poquito te han ido quitando la fuerza física, la fuerza emocional, la fuerza espiritual, las ganas. Muchos de nosotros hemos recibido este año golpes que casi casi nos hicieron decir: “Basta, esto no da para más”. La Biblia está llena de historias de hombres y mujeres a los que la vida los golpeó. A María y a Marta se les murió el hermano y de alguna manera la fe empezó a resentirse en ellas; después de una gran victoria Elías cayó en una tremenda depresión que lo llevó a decirle a Dios: “Quitame la vida. ¡No puedo aguantar más esta persecución!”; Gedeón, por su parte, era un hombre que trabajaba y trabajaba, pero venía el enemigo y le robaba todo el fruto de su trabajo. ¿Te pasó alguna vez que trabajaste y te esforzaste, pero el dinero no te alcanzaba para nada? Estos golpes a nuestra vida y a nuestra fe hacen que queramos renunciar.
Muchos golpes que recibimos tienen que ver con errores que cometimos nosotros, con errores que cometieron otras personas o con situaciones que no podemos impedir, como la muerte de un ser querido o un accidente. Estas últimas son, muchas veces, las más difíciles de superar. “Por algo ocurrió ese accidente”, “por algo se murió”, decimos, y aparece la culpa y la sensación que no sos legítima, que no te merecés ser bendecida. La persona que no se siente legítima dice: “no voy a poder”, “no voy a salir adelante”, “no voy a poder superar esta situación”, y entonces deja de esperar algo de Dios. Tal vez esto es lo que te pasó, quizás te convenciste a vos misma de que con la muerte de ese ser querido, con la pérdida de ese trabajo, ya no vas a poder seguir, y entonces te cerraste. Necesitás saber que el enemigo trabaja en tu cabeza, ¡en tu mente está la lucha! Nuestros pensamientos están con nosotros todo el tiempo, todos los días, a cada segundo, y el enemigo aprovecha cualquier oportunidad para alejarnos de la bendición. Esta es la razón por la que nuestra tarea diaria debe ser someter al enemigo que ataca nuestra mente. ¿Cómo sometemos al enemigo? Causándole dolor. En defensa personal enseñan cómo tenemos que defendernos, cómo tenemos que hacer para causarle dolor al que nos ataca. Durante todo este año el enemigo te estuvo atacando, susurrándote que no merecés recibir bendición, que no sos digna, entonces, ¿cómo lo sometemos?, ¿cómo le causamos dolor? Siguiendo adelante a pesar de todo. Si te ponés de pie otra vez, si te levantás y volvés a adorar, vas a someter al enemigo, vas a resistir toda condenación te siembre en tu mente, vas a causarle dolor. ¡Sos hija de Dios, y como hija, heredás todas Sus bendiciones!
Ahora, ¿qué pasa si la que cometió errores fuiste vos? Un piloto de avión me comentaba que el 99% de los accidentes aéreos se deben a errores humanos y no a causas técnicas. Los errores solemos producirlos nosotros, y no porque no seamos inteligentes o no tengamos técnica, sino porque nos falta carácter, no somos suficientemente prudentes. ¿Qué es ser prudente o tener carácter? Es dejar de ser soberbios. Una persona soberbia es alguien que es y hace las cosas siempre de la misma manera, aunque no le dé resultado.
Una chica me contaba que su problema es que cuando tiene una pareja, ella lo ayuda a crecer, a que se desarrolle, y cuando el hombre creció, estudió y consiguió un buen trabajo, la abandona. “¿Y ahora estás en pareja?”, le pregunté. “Me estoy conociendo con un muchacho, en realidad es un amigo que estudia en la universidad. Yo lo ayudo con los trabajos que tiene que presentar…”, respondió. ¡Estaba haciendo lo mismo que con sus otras parejas!, pero ella no lo podía ver. ¿Por qué no se podía dar cuenta? Por soberbia. La soberbia hace que no puedas ver los pasos que diste antes para llegar al error, no analizás los pasos que diste para ver por qué cometiste ese error, y por eso volvés a cometerlo.
Josué había tenido una gran victoria en Jericó porque había obedecido las instrucciones que Dios le había dado. Tiempo después decidió tomar una ciudad pequeña, de tan solo doce mil habitantes, llamada Hai. Josué pensó: “No voy a movilizar a todo mi ejército por una ciudad tan pequeña. Solo enviaré tres mil soldados”. ¿Y cuál fue el resultado? Volvieron derrotados y avergonzados. ¿Por qué? Porque por soberbia Josué no le había consultado a Dios. A veces, cuando nos va bien, aparece la soberbia y no le consultamos a Dios, porque creemos que eso de consultarle es solo para cuando nos va mal.
Cuando Josué y sus hombres habían tomado Jericó, Dios les había ordenado no tomar nada del botín. Un hombre de nombre Acán había desoído la orden y tomado algunos objetos que llevó a su carpa. Josué nunca se enteró de eso hasta que vino la derrota. Si Josué hubiese consultado a Dios, Él le hubiese dicho: “Mirá para adentro del campamento, porque hay cosas que no están bien”. A veces cuando consultamos a Dios, Él nos dice que miremos hacia adentro, porque hay cosas que tenemos que corregir, pero muchas veces, por soberbia, no le consultamos a Dios. Esto es lo que le pasa a muchas mujeres que salen de Guatemala y se meten en Guatepeor. Son mujeres que quieren ser especiales y únicas para un hombre. Ellas, con su amor, creen que lo ayudarán a crecer y soltar todo su potencial, a que deje de ser un mujeriego, a abandonar la droga y el alcohol, a cambiar su carácter para transformarse en una persona sensible, trabajadora. ¿Conocés alguna mujer que piense así? Entonces, como ese hombre va a lograr tanto al lado de ella, la mujer está convencida que él estará eternamente agradecido y jamás va a hacerle daño.
Querida mujer, tenés que saber que hacer crecer a un hombre es como subirlo sobre tus hombros. Para que él se suba, vos tenés que agacharte, inclinarte, hacerte chiquita. Siempre vas a encontrar a alguien que se quiera subir sobre tu inteligencia, sobre tu capacidad, sobre tus logros, sobre tus metas, y si se lo permitís, te terminará aplastando.
Hay hombres que viven su vida sobre los hombros de una mujer. Ella se inclina, y él sube sobre sus hombros y crece, consigue su título, logra un trabajo, gana mucho dinero, es querido, admirado… y ella sigue allá abajo. Cuando la mujer quiere levantarse y empezar a pensar en su vida, ya no tiene fuerzas. Entonces, la soberbia del “yo lo voy a cambiar, yo voy a lograr que él crezca” se transforma en sumisión, porque ya no tiene fuerzas. ¿A quién le permitiste subirse a tus hombros durante este año?, ¿quién se subió a tus hombros, y creció y creció, dejándote a vos encorvada, aplastada, sin fuerzas, sin ganas?
Cuando asumís la posición de sometimiento empezás a creer que los demás son mejores que vos, que tienen más poder, más autoridad, más inteligencia que vos, porque no creciste. Comenzás a pensar que no lograste ni vas a lograr nunca nada. Una mujer me contaba: “Alejandra, yo veía que mi marido estaba gastando dinero de más y que ya no había control del dinero en casa. Él gastaba en bebidas, en regalos, y no nos alcanzaba la plata para pagar las cosas básicas, como los impuestos o la comida. Yo veía que nos estábamos arruinando económicamente, pero no le decía nada”. ¿Por qué no decía nada? Por sumisión. Cerraba la boca para no molestar, para no hacerlo enojar, para no hacerlo creer menos, por no decirle que eso era incorrecto, que estaba haciendo las cosas mal. Hizo silencio, se sometió. Y los grandes errores vienen muchas veces por sumisión, por decir: “¡¿Cómo le voy a decir?! Mejor hago silencio, si él es el jefe, si está en lo correcto, si siempre le salieron las cosas bien…”. Muchos grandes problemas ocurren porque alguien que estaba viendo lo que iba a suceder no dijo nada.
Hay muchas personas que cuando no entienden algo, por sumisión no vuelven a preguntar. ¿Alguna vez preguntaste cómo llegar a un lugar y te dieron tantas indicaciones que no comprendiste nada?, ¿o fuiste al médico y te explicó algo que no entendiste? A causa de una excesiva sumisión, por vergüenza, por un falso concepto de lo que es el respeto hay personas que no vuelven a preguntar.
Tal vez este año los errores vinieron por información que pasaste por alto; quizás los errores vinieron porque alguien te advirtió algo pero no escuchaste; es posible, también, que este año los errores hayan venido porque dijiste: “A mí nunca me va a pasar lo que le pasó a esa persona”, y como simplemente miraste y criticaste pero no te preparaste para que te pasara, ¡te pasó! Quizás los errores vinieron por ese trago que tomaste de más, por ese bocado que comiste de más. Ese último mordisco que tragaste generó tu ataque al hígado, esa palabra de más que dijiste quebró tu relación de pareja. Después te preguntaste: “¿para qué me lo comí?”, “¿para qué hablé?, ¡me tendría que haber mordido la lengua!”. ¿Te pasó eso alguna vez? A veces decís: “no sé por qué me dejé llevar”, “no sé para qué hablé”, “no sé por qué hice esa pavada”, “no sé por qué le hice caso”. Empezá a enfrentar esas resistencias secretas, porque hasta que no reconozcas que hay algo en vos que quiere dejarse llevar, que quiere decir lo que dijiste, que quiere hacer esa pavada, que quiere hacerle caso a esa persona, hasta que no reconozcas que el problema está en vos, no vas a tener sabiduría. ¡Usá tu inteligencia y tu fuerza para perfeccionar tu juego y no el de alguien más!, ¡no permitas que la gente se suba a tus hombros!
Para tener fuerzas tenés que usar el principio de la maleta. Una historia cuenta que el dueño del circo le dijo a los que trabajaban allí: “Tenemos que ir de pueblo en pueblo con el circo, así que cada uno de ustedes puede llevar lo que entre en una maleta, lo demás lo tienen que dejar acá”, de modo que cada vez que iban de un lado a otro, solo podían llevar lo que entraba en una maleta. No te cargues peso extra en la vida, con el tuyo es suficiente, porque vas a cometer errores.
¿Cómo hacer para sacarte de encima a esa gente que se cuelga de tu vida? Hay tres cosas que tenés que aprender a decir:
1.    “No sé”. Decí “no sé” cuando no sepas algo. ¡No inventes! Cuando aprendés a decir “no sé” te alejás de la soberbia.
2.    “No entiendo”. Si no entendés, decí “no entiendo”, porque hay gente que no entiende, y por sumisión o soberbia dice: “Bueno, después veo”, y luego comete errores, le sale todo mal.
3.    “No lo voy a hacer”. Aprendé a decir “esto me hace mal, así que no lo voy a hacer”, porque si siempre estás disponible para todos, te van a terminar sometiendo. Tenés que empezar a decir “no lo voy a hacer”, porque de lo contrario siempre va a haber alguien que se suba sobre tus hombros, porque vas a ser soberbia (te las sabés todas) o vas a ser sumisa (le decís que sí a todo el mundo).
Para que tu “sí” tenga valor debés aprender a decir “no”.

¿Qué pasa con los errores que cometieron otros con nosotros, como injusticias, cosas que no deberían habernos hecho o que no esperábamos que nos hicieran? El pasaje del comienzo narra que como había hambre en su tierra, Isaac pensó en irse a Egipto, pero antes le consultó a Dios. Vos y yo tenemos que consultar a Dios cuando nos va bien y cuando nos va mal, porque si no consultamos a Dios, estamos actuando con soberbia, y la soberbia te quita la capacidad de pensar inteligentemente. ¡Las personas con carácter buscan la respuesta de Dios les vaya bien o les vaya mal! Isaac le dijo a Dios: “Acá hay hambre, me voy a ir a Egipto”, pero Él le respondió: “No te vayas a Egipto, quedate en esta tierra, porque a esta tierra te la prometí y te la voy a dar”. Isaac se quedó y sembró en una tierra donde había crisis. No sé cuál es tu tierra en la que hay crisis, tal vez sea tu vida emocional, tu mundo afectivo, tus finanzas o tu trabajo, pero La Palabra de Dios dice que Isaac se quedó, sembró y cosechó al ciento por uno en esa tierra donde había crisis. Este hombre se esforzó en ese lugar donde parecía que no iba a pasar nada, y Dios lo bendijo y lo multiplicó. El versículo 13 dice que este hombre fue acumulando riquezas en la tierra de la crisis hasta llegar a ser extremadamente rico. Dios lo bendigo en medio de los problemas, a pesar de los errores de los demás y a pesar de sus propios errores. ¿Por qué? Porque había consultado a Él.
Cuando Isaac se convirtió en un hombre rico rápidamente aparecieron los envidiosos. Hay gente que te admira, que ve lo que lograste y también el esfuerzo que hiciste para lograrlo, pero también hay gente que te envidia, que ve lo que lograste pero no ve el esfuerzo que hiciste. Los envidiosos dicen: “Mmm… ¡vaya a saber cómo lo logro!”. Estos hombres envidiosos le dijeron a Isaac: “Alejate de nosotros, no te queremos tener cerca”, por lo que Isaac se fue a otro lugar. Abraham, su papá, había abierto algunos pozos que sus enemigos después habían tapado, entonces Isaac pensó: “Voy a destapar los pozos que mi padre abrió”. Necesitás saber que Dios te puso en contacto con esta palabra porque sabía que iba a tocar tu espíritu, que iba a llegar a tu corazón. Quiero hablarte a vos que te cansaste de pelear, a vos que cuando lograste algo vino alguien, te tapó el pozo y te dijo: “Por más que sigas insistiendo y esforzándote no lo vas a lograr”. Tal vez alguien no creyó en vos y entonces te tapó el pozo, te quitó la alegría, la fuerza, las ganas de vivir, de volver a intentarlo, y ahora decís: “¡Otro año más perdido, otro año más que no puedo lograr lo que quiero!”. Quizás pienses que sos como un pozo tapado, pero hoy viene Isaac el destapa pozos a tu vida, y viene a decirte que hay recompensa para todo tu esfuerzo de este año, viene a asegurarte que hay un premio para vos, que nada de lo que hiciste es en vano. ¡Abrí las manos para recibir la recompensa que viene de parte de Dios a pesar de tus errores, a pesar de los errores de los demás, a pesar de las crisis inesperadas!
Hebreos 6 dice que Dios no es injusto para olvidarse de tu obra y del amor que mostraste hacia Su nombre. Dios no es injusto, ¡Él siempre viene con recompensa! Tal vez digas: “Con la vida que tengo, con los errores que cometí, ¡¿cómo Dios se va a fijar en mí!?”. Vos creés que Dios no conoce tu ruta, pero Él te tiene tomado de la mano y te va a guiar. Aunque a veces tengas que pasar por desiertos, ¡el Señor no te va a dejar sola! Sacate la carga extra, entendé que no podés cambiar a nadie, no tiene sentido intentarlo. Si te has esforzado tu recompensa está en camino. Vas a recuperar las fuerzas, no te vas a quedar tirado a un costado del camino. Vienen días maravillosos, ¡preparate para recibir lo nuevo de Dios!

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